Elionor Esparza de Alcañiz, condenada por la Inquisición a la hoguera. Valencia

enero 7, 2021
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Elionor Esparza (Valencia. 1452-1505), fue quemada viva frente a la puerta de los Apóstoles de la Catedral de Valencia por «pertinaz, negativa y relapsa (Que reincide en un pecado del que ya había hecho penitencia, o en una herejía de la que había abjurado», pecados atribuidos a esta judía conversa valenciana, por el Santo Oficio, la temible Inquisición instaurada en estas tierras por los Reyes Católicos en 1480.

Recién empezado el siglo XVI, de tan terrible destino no le libró el prestigio profesional de su marido, Luis Alcañiz, poeta, intelectual, médico, primer catedrático de Medicina y Cirugía de la Universidad de Valencia, entonces recién creada, e «inspector vitalici dels ferits de la ciutat» por designación real. Era también judío converso, y acabó con la misma triste suerte.

Elionor pertenecía a una rica familia de mercaderes convertidos al cristianismo y disfrutó de una holgada situación –inmuebles, esclavos, suntuosos enseres, biblioteca…– y de cinco hijos –Ángela, Aldonza, Violante, Jerónima y Francisco, médico como su padre– hasta que una antigua criada le denunció ante la Inquisición. La sirvienta decía haberla visto hacer el «ayuno del perdón», grave acusación en el contexto social antisemita y fanático que ilustran
la expulsión de los judíos, los numerosos autos de fe o la quema de la primera Biblia en valenciano

El largo calvario particular de esta mujer consta en un proceso inquisitorial, conservado íntegro, que registra meticulosamente las docenas de veces que, durante veinte años, fue llamada para aclarar acusaciones de judaizante, mal aconsejada se acogió al «edicto de gracia», en el que a los que se declaraban culpables, se les dictaba una pena menor. Los inquisidores indagan entonces si su marido conocía sus prácticas y estrechan el cerco con nuevos testimonios acusadores que llevan a la pareja a la prisión del Palacio Arzobispal en 1504.

El resto del camino hacia la confesión definitiva lo consiguió la Inquisición, mediante interrogatorios, torturas, y casi dos años de encierro en las mazmorras, donde Vivian en condiciones infrahumanas. La manifiesta falsedad de algunos testimonios no pararon el proceso y la petición de su hijo ante el Rey Católico no evitaron la condena a muerte de los esposos. Sus bienes fueron confiscados de forma inapelable y su hija mayor también fue condenada; los demás, inhabilitados de por vida y relegados a la pobreza y la infamia del Sambenito. El 19 de septiembre de 1505 fue conducida a la hoguera, quizás con esta ejecución se libro del martirio en vida a que fue sometida por aquellos inquisidores.

Los reyes Católicos habían conquistado Granada, el último territorio en poder de los árabes, Cristóbal Colón les proporciono un fabuloso territorio con grandes riquezas y territorios, lo que les convertía en el reino más poderoso de Europa.

En su ambición de lograr una institución que consolidara en su reino la unidad religiosa que salvara a sus vasallos de la influencia de herejías y creencias nefastas, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón habían logrado que su Santidad el Papa Sixto V les permitiera instaurar en sus reinos unos tribunales para combatir el peligro de creencias peligrosas. La nueva Inquisición celebraría su primer auto de fe en Sevilla, el 6 de febrero de1481.

El rey Fernando a muy corto tiempo instalo este tribunal en Valencia y se nombraron los primeros inquisidores. Una de las primeras sometida al Santo Oficio de la Inquisición fue la madre y la familia de Elionor su madre fue condenada en 1482. Este fue la ocasión para que llegara la inquietud a miles de personas, solo en Valencia fueron unos doce mil los juzgados, la etapa más virulenta fue la inicial y antes de 1530 fueron condenados a muerte más de setecientos reos en Valencia, la mayoría judíos conversos, pero también moriscos, homosexuales, protestantes, curanderos, brujas, buscadores de tesoros, iluminados, incluyendo enfermos mentales. En el total de España desde su creación hasta la definitiva derogación por la reina regente María Cristina de Borbón en 1834, hubo entre 150.000 y 350.000 personas, punto este en que los historiadores no llegan a ponerse de acuerdo.

La organización de esta triste Institución estuvo dirigida por Tomás de Torquemada, personaje de triste recuerdo, llamado Inquisidor General, nombrado por los reyes y ratificado por el Papa, este presidía las sesiones del Consejo de la Suprema y General Inquisición, que se reunía todos los días laborables. Por las mañanas trataba los asuntos de fe y por la tarde los de sodomía, bigamia, hechicería, superstición… Los viernes los dedicaba por entero a estudiar la limpieza de sangre, (conocer si los antecesores de los individuos habian sido católicos).

Cada tribunal de distrito solía tener dos inquisidores, uno jurista y otro teólogo, que se ayudaban con funcionarios, tales como el fiscal para elaborar las denuncias e interrogar a los testigos que debían ser reconocidos cristianos y mayores de catorce años, además participaban alguaciles para detener o perseguir al acusado, un médico, carceleros y verdugos.

El Santo Oficio podía iniciar un proceso de motu propio o sea por sospechas indeterminadas, sin que mediara delación o denuncia, aunque éstas fueran el origen habitual. Los tribunales se desplazaban por ciudades y pueblos y leían el «edicto de gracia» con los supuestos heréticos y pecaminosos, invitando a confesar a cambio del perdón o penas menores, como le pasó a Elionor, pero realmente era una trampa. Se dieron casos en Valencia como el de Jerónimo Kevin, un operario trabajador de la seda y analfabeto que se traslado desde Caspe a Valencia, para acusarse asimismo, de haber blasfemado contra dios y santos, cuando perdió un partido de pelota.

A partir de 1500 los tribunales emitían directamente el «edicto de fe», proclamando los actos contrarios al catolicismo e invitando a denunciarlos. Tres domingos después del edicto, se leía en la iglesia principal un «anatema» contra los denunciados y quienes les dieran protección. El colofón del proceso era el «auto de fe» ante la multitud y las autoridades, el virrey en el caso de Valencia, el arzobispo y los canónigos de la catedral, frente a la puerta de los Apóstoles o en unos terrenos cercanos al actual Jardín Botánico.

Los condenados llevaban el sambenito, un traje penitencial de color negro y con llamas para los condenados a muerte, y verde con cruces para los valencianos con otros castigos. A veces la condena era llevarlo de por vida para penar con el escarnio ante la sociedad. La Inquisición se financiaba principalmente con los bienes confiscados a

Los herejes, así que esta decisión era tomada con frecuencia y subastados los bienes, que iban a parar en buena parte a los propios inquisidores, porque estos procuraban cuando no había postores adjudicársela a un precio muy razonable.

Los Inquisidores utilizaban en crueldad medios de tortura, los más usados eran el potro y la garrocha, colgaban al prisionero por las muñecas a una polea enganchada al techo y con pesos en los pies, se le alzaba despacio y soltaba de golpe, provocando intenso dolor y roturas de huesos, luxaciones, aplastamiento de órganos, fracturas craneales y heridas diversas. Unas torturas carente de piedad, de caridad cristiana, de amor y comprensión humana. Las penas impuestas iban desde «la torturas relajación al brazo secular» o condena a muerte, la condena a muerte en estatua (a veces desenterraban el cadáver y lo quemaban, como hicieron con la madre del humanista Luis Vives), las condenas a galeras como remeros de navíos, latigazos, prisión perpetua, destierro… Rara vez el resultado era la absolución; el tribunal valenciano absolvió solo a doce personas de 1862 procesados durante cincuenta años. Demasiado absolutismo, el hacer que las personas adoren a un dios, bajo la protección y consentimiento de una religión que basada en el amor al prójimo y de unos religiosos donde la comprensión debe ser la guía de su ministerio.
Valencianas célebres y no tanto (S XIII- XXI)

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