El agrado por las artes ornamentales y suntuarias de la sociedad valenciana improvisadas en las calles y plazas ha desarrollando el gusto por lo ornamental y lo escenográfico al aire libre indispensable en las fiestas callejeras de la ciudad de Valencia desde el siglo XV.
Fiestas influenciadas por innumerables façtores histórico-políticos y religiosos que generaron infinidad de artistas anónimos que a través del tiempo fueron configurando lo que hoy conocemos como falla.
Boceto de finales del siglo XIX de Antonio EstuchPero no hay que caer en tópicos fáciles e incorporar nuevas teorías de investigación y profundizar sobre tradiciones que se pierden en las costumbres más ancestrales de una ciudad que ha sido receptora de infinidad de culturas que han configurado una fiesta singular pero no ajena a las influencias de su entorno geográfico.
La tradición indoeuropea de representación de figuras mediante elementos efímeros como cera, alabastro y papel se extendió por todo el occidente mediterráneo, incorporándolos a los actos lúdico- religiosos y utilizándolos como elemento principal en la construcción de las máscaras o los exvotos. Los primeros fueron utilizados en los carnavales como elemento festivo y los segundos como ofrenda religiosa.
Los antecedentes directos del Ninot de falla aparecen con el «bulto» o «fardo» «el Ninot de L’Horta», y el «Ninot de terra» este último el más urbano de los tres.
Del primero la ciudad conserva desde 1596 la tradición de unas figuras denominadas bultos de San Esteve que en un total de 19 se exhiben todos los años ante la pila bautismal de San Vicente Ferrer.
Y el segundo el conocido «el ninot de L’Horta» que se coloca en los cruces de los caminos atado con cuerdas y relleno de paja. Este último fue una costumbre muy arraigada en toda la huerta que rodea la ciudad hoy totalmente desaparecida y que aun se conserva en zonas del interior con distintos significados.
Este ambiente lúdico festivo que la ciudad adquiere desde el siglo XV, le da un prestigio que traspasa las fronteras alcanzando la cumbre festiva en el siglo XVIII donde realizan una sucesión de actos que refuerza la fama de la ciudad.
Esta fama trasciende a otras latitudes, creando el ambiente apropiado para que desde el siglo XV proliferen los talleres dedicados a la construcción de catafalcos, arcos, carrozas triunfales e imaginería tanto religiosa como laica, a las que se van incorporando nuevas técnicas y nuevos materiales, traídos de otras latitudes como el papel y el cartón que desplazan a la madera y la piedra, consiguiendo elementos efímeros más maleables y ligeros que el pueblo incorpora a su vida cotidiana.
De estos talleres artesanos quedan pocos datos dado lo temporal de su obra pero son estos artesanos los que con sus creaciones destinadas a las fiestas populares van configurando las bases del ninot de falla actual.
Entre estos artistas pioneros que llegan a nuestros días aparecen Nicolau Querol y Juan Castelnou, artesanos que logran gran popularidad en la ciudad, atribuyéndosele al primero la construcción de los gigantes y cabezudos en 1432 gran parte del atrezo de la procesión del Corpus. Y Nicolau Querol este ultimo un conocido imaginero de la ciudad que junto con sus obras religiosas para el culto, construye figuras de cartón y alabastro.
Es precisamente Rafael Pérez Contel en su libro «Ninot de falla» el que hace mención de varios precursores que hacen aparición en el siglo XVII todos ellos creadores de catafalcos callejeros, figuras de bulto y máscaras, principalmente para el carnaval de Valencia que en esta época es una de las primeras fiestas de la ciudad.
Pérez Contel en su trabajo incorpora nuevos nombres, entre ellos a un conocido carpintero afincado en Valencia «Juan Bautista Ravanals» que confecciona figuras con movimiento, uno de los que más destaca como precursor es el propio Contel, en 1797 es Joaquín Doménech, constructor de un gigante de más de nueve metros de altura en la plaza del Mercado Central de Valencia con motivo de la beatificación de don Juan de Ribera.
A partir del siglo XIX es cuando nos llega una mayor cantidad de nombres relacionados con las primitivas hogueras en las que se van incorporando figuras con cierto sentido.
El primero es el conocido escultor Ferran Adrián que en 1810 satiriza a los franceses mediante «bultos» que distribuye por varios puntos de la ciudad, siendo perseguido por las tropas francesas, teniendo que exiliarse en Palma de Mallorca donde funda una escuela de modelado.
El más conocido de estos artistas populares que nos llegan del siglo XIX es Francisco Olarra Miramón (1823-1877) «Coqui» personaje muy popular que en su taller de pintura mural ubicado en la calle En-Llop construye para las fiestas populares «Ninots de terra» y máscaras, especializándose en «Bous de cartó».
Estos últimos conocidos como la «ganadería de Coqui» construidos en pastas y cartón eran de tamaño natural y amenizaban en las fiestas callejeras.
Su producción como artista de lo popular es extensísima, según nos cuentan varios historiadores que lo sitúan junto con Manuel Chambo Mir (1848), Vicente Borrás Mompó (1835-1903), José Vives y Antonio Cortina Farinós (1841-1889) entre los más destacados. Es este último uno de los principales responsables de introducir en los catafalcos nuevos conceptos artísticos que mejoran ostensiblemente los ninots, incorporando la cera en las cabezas y las manos de las figuras dotándolos de cierta personalidad perdiendo la tosquedad del ninot primitivo, elevándose el catafalco para mejor visión de las figuras, sentando las diferencias entre la hoguera primitiva y la falla.
De izquierda a dcha, de arriba a abajo: Ninot de Papel; Ninot de cartón; Ninot de CartónEs precisamente a finales del siglo XIX cuando concurren las condiciones necesarias para que el ninot adquiera una personalidad propia convirtiéndose en el auténtico protagonista de la fiesta. Estas condiciones que se dan a caballo de dos siglos son propicias gracias al elenco de artistas que aportan cada uno desde su especialidad las bases necesarias para la transformación del catafalco y por consiguiente la del ninot.
Entre ellos destacamos a Antonio Estruch (1835-1907) extraordinario dibujante, que con la aportación de sus dibujos a las bases de los catafalcos mejora la compresión de la escenografia de la primitiva hoguera. Mariano García Más «Marianot» (1835-1907) que según Pérez Contel compagina su extensa obra con las artes populares, contando con varios colaboradores que desde su taller situado en la calle Corona ayudan a los artistas más modestos construyendo máscaras para colocar en los catafalcos.
Junto con el cambio de siglo aparecen los primeros artistas falleros que compaginan sus trabajos con la construcción de los catafalcos para las fiestas que desde principio de siglo inician su despegue para convertirse en la primera fiesta de la ciudad desplazando a un segundo término a aquellas que habían sido las principales, como el Corpus o los carnavales.
Figuras de Ricardo Robert para la Falla del Mercado Central. Construidas en viruta de madera mezcladas con cola
El ninot inicia el siglo XX ya transformado en una figura con mayor realismo, construido principalmente con un armazón de paja o arpillera con manos y cabeza de cera, sistema que utilizan todos las artistas de la época destacando en su trabajo Pedro Guillen (1874-1911), Pedro Ferrer (1860-1944) y Carlos Cortina (1875-1949) que se convierte en el primer gran artista que crea el bastidor central manteniendo el ninot dentro de las formas tradicionales incorporando grandes volúmenes donde sitúa el ninot como un elemento más alrededor del catafalco.
Regino Más (1869-1968) años más tarde les hace dar el gran salto, convirtiéndolos en los protagonistas mediante una estudiada escenografía que lo arropa convirtiéndolo en actor inanimado. Sus ninots se sustentan sobre maniquíes hechos ex-profeso de cartón para cada situación los viste y humaniza, confundiéndose con el espectador que se convierte en cómplice de la escena. Junto con el maestro aparecen grandes artistas que mantienen la misma técnica.
Es un discípulo de Regino el que a mediados del siglo XX realiza la segunda gran transformación del ninot de falla este es Juan Huerta quien prescinde del maniquí y hace desaparecer la ropa o modelando la figura entera en barro eliminando el bastidor creando un ninot totalmente modelado.
Técnica que se extiende con gran rapidez convirtiéndose en el ninot de falla más utilizado durante más de dos décadas, apareciendo un grupo de artistas que mezclan el ninot tradicional el vestido junto con el modelado, como Ricardo Robert que utiliza técnicas tradicionales junto con las más vanguardistas en la que incorpora nuevos materiales como serrín, paja, y plásticos y Vicente Luna que en sus catafalcos mezcla ninots vestidos junto con modelados.
Pero no es hasta el último tercio del siglo XX cuando el ninot sufre su última gran transformación motivada por la incorporación de nuevos mate-dales, principalmente los sucedáneos del petróleo como es el «corcho blanco» y derivados de los poliésters.
Son dos artistas los principales impulsores de estas técnicas, Miguel Santaeulalia y Vicente Almela; el primero modela o talla en 1984 el primer ninot íntegro en «corcho blanco», técnica que Vicente Almela utiliza para la construcción de catafalcos y ninots.
Es en 1994 cuando el primero de ambos inicia la transformación del ninot tradicional hacia una plástica más moderna, utilizando elementos del cómic y la caricatura abriendo nuevas perspectivas del ninot y modernizando su estética más tradicional.
Manolo Sanchis