José Aparicio Pérez| Es evidente que, en pura etimología, el valencianismo y la valencianía, derivados de Valencia, tienen su origen a partir del 138 a. de Cristo cuando Décimo Junio Bruto, cónsul de Roma, aunque sin jurisdicción en la Citerior, traslada y asienta a los licenciados de las legiones que habían combatido y vencido a Viriato y a sus guerreros lusitanos a un oppidum, es decir a una aldea, poblado o ciudad preexistente cuyo nombre, si aceptamos la descripción de la Ora Maritima de Rufo Festo Avieno, era Tyris, y su rio Tyrius.
Es conocida, por divulgada, la fórmula fundacional Iunius Brutus cos in Hispania iis qui sub Viriatho militaverant, agros et oppidum dedit, quod vocatum est Valentia.y también la repetida mención en los textos a dos tipos de habitantes, los Veterani y los Veteres.
Nosotros damos por sentado que Tirius es el nombre de la población inicial, sea factoría comercial, colonia, o lo que fuese, y que el rio es el actual Turia (como hemos desarrollado en anterior trabajo ( 1), y que la expresión Veteres hace referencia a los viejos habitantes de la vieja población.
Es decir que Valentia – Valencia, la fundación de Décimo Junio Bruto- Cepión, se hizo en la propia población anterior dándoles casas y campos (ager) de cultivo, y no condenándolos a vivir junto a un cenagal que reconvertir, lo que no casa, lógicamente, como un buen premio a unos soldados victoriosos y tras 25 años de servicio.
El que había campos en condiciones lo atestiguan los hallazgos de la C/ Ruaya. Siendo también un aliciente la facilidad de comunicación puesto que la Via Augusta atravesaba el oppidum y estaba, sin duda, en uso en el siglo III a. de C., lo que es también prueba de ocupación desde mucho antes.
A partir de la repoblación diríamos, y pese a la pujanza del poblamiento ibérico en el momento del asentamiento, la favorable situación de la ciudad, con puerto fluvial a pesar de cierta distancia a la costa, menor en la época ya que la línea de costa se ha alejado bastante, aunque determinados restos más cercanos a la misma permiten suponer la existencia de estructuras costeras.
Pronto la ciudad alcanzó categoría y desarrollo y a pesar de su destrucción por Pompeyo en el año 75 antes de Cristo, pasadas las Guerras Civiles y tras la Pax Augustea creció en extensión y población como lo atestigua la existencia de un Circo, a pesar de lo cual no aparecen familias de abolengo, que sí se reconocen en poblaciones cercanas como los Baebi de Sagunto o los Nigrinios de Lauro (Líria) de los que Marcus Nigrinius Curiatus Materno, general de Trajano, estuvo a punto de ser emperador.
Desgraciadamente, sus limitadas posibilidades de expansión puesto que ocupaba la cumbre de un altozano constreñido entre los dos brazos del río y la proximidad de la Albufera por el Sur, dificultaron el crecimiento extensivo y las necesarias reformas se debieron hacer sobre lo existente con destrucción de lo anterior y así hasta la actualidad, siendo muy difícil encontrar áreas extensas intactas. El hallazgo de unas termas extraordinarias según la información publicada recientemente confirman la categoría alcanzada.