“Podéis sentenciarme, pero al menos que se sepa que en Illinois ocho hombres fueron sentenciados a muerte por creer en un bienestar futuro, por no perder la fe en el último triunfo de la Libertad y la Justicia. (…) Si la muerte es la pena por declarar la verdad, pues pagaré con orgullo y desafío el alto precio! Llamen al verdugo!”. August Spies, anarcosindicalista asesinado.
Agencias/.- “La ley está en juicio. La anarquía está en juicio. El gran jurado ha escogido y acusado a estos hombres porque fueron los líderes. (…) Señores del jurado, condenen a estos hombres, denles un castigo ejemplar, ahórquenlos y salven nuestras instituciones, nuestra sociedad”.
Julius Grinnel, fiscal del juicio contra los ocho anarquistas del periódico Arbeiter Zeitung
Estas dos declaraciones hechas en el año 1886 en Chicago son dos caras contrapuestas de una misma moneda. Dos caras de intereses diferentes y antagónicos, reflejo de lo que representa el Primero de Mayo desde el año de su nacimiento.
El Día Internacional del Trabajo nació el 1 de mayo de 1886 con una huelga general en los principales focos industriales de Estados Unidos. A finales del siglo XIX, la modernidad que trajo la máquina de vapor hizo que los países más desarrollados pasaran de un modelo productivo agrícola a una economía industrial. Primera consecuencia: éxodo rural masivo, desarrollo exponencial de las ciudades y millones de campesinos que pasan a engrosar las filas de las grises, húmedas e insalubres fábricas del mundo.
A finales del siglo XIX y principios del XX, las condiciones de estos trabajadores no eran precarias, eran similares sino peores a las de la esclavitud. No había límite horario, las jornadas eran de entre 12 y 16 horas al día, no había día de descanso ni vacaciones, el ambiente laboral era asfixiante y el salario apenas daba para comprar un mendrugo de pan.
Es en ese momento cuando empieza a nacer la conciencia obrera, promovida por el socialismo, y la lucha de clases, implementada por el anarquismo y reprimida por la patronal y el Estado liberal.
A partir de 1877, las huelgas son constantes e intermitentes en Estados Unidos y reprimidas con firmeza por la policía. En 1880 se forma en ese país la Federación de Organizaciones de Sindicatos (Federation of Organized Trades and Labor Unions) y cuatro años después se aprueba una resolución para establecer a partir del 1 de mayo de 1886, mediante la Huelga General en todo el territorio estadounidense, las ocho horas de trabajo al día (40 semanales).
El primer Primero de Mayo fue un éxito en todo EEUU. En Detroit, Nueva York, Cincinnati, Louisville y otras ciudades las fábricas se pararon y miles de obreros tomaron las calles. Pero fue en Chicago, el bastión del parón, donde la Huelga triunfó. La capital del estado de Illinois se paralizó. Ninguna fábrica funcionó, las chimeneas dejaron de expulsar humo negro y los trabajadores sacaron sus consignas y su irritación a plazas, avenidas y parques. El éxito fue tal que los dos días siguientes ocurrió lo mismo y el 4 de mayo todo Chicago está en huelga.
El 4 de mayo fue el día de más o el de menos, según se mire. En un mitin, en el que quedaban 200 asistentes cercados por 180 policías armados, ocurrió la tragedia. Una bomba estalló en las filas de los agentes, que respondieron desatando una masacre. El balance habla de decenas de muertos, entre ellos siete agentes, y de 200 heridos. La sangría sirvió para que la patronal, protegida por el Estado, organizara un juicio. Un proceso en el que se juzgó a ocho trabajadores de la imprenta de un periódico anarquista llamado Arbeiter Zeitung.
El juicio, que se celebró en junio, fue, según los historiadores, manipulado en todos los sentidos y consistió más bien en un linchamiento que acabó con la horca para siete de los ocho acusados.
Más de medio millón de personas asistieron al funeral de los anarcosindicalistas injustamente ajusticiados y desde entonces, cada 1 de mayo, en numerosos países del planeta, salvo en EEUU, se recuerda con manifestaciones y huelgas a los que, hace 127 años, lucharon con su vida por la dignidad de la clase trabajadora.
Su asesinato no fue en vano pues 2 años después se impuso en todo Estados Unidos la jornada laboral de 8 horas. En España, el primer Día del Trabajo tuvo lugar un Primero de Mayo de 1890 pero no fue hasta 41 años más tarde —y gracias a la llegada de la II República— cuando los trabajadores consiguieron el derecho a la semana laboral de 40 horas.
En España, el primer Día del Trabajo tuvo lugar un Primero de Mayo de 1890 pero no fue hasta 41 años más tarde —y gracias a la llegada de la II República— cuando los trabajadores consiguieron el derecho a la semana laboral de 40 horas.ChatGPT
El Día del Trabajo, celebrado cada 1 de mayo, es una jornada de vital importancia histórica y social que conmemora la lucha de los trabajadores por sus derechos laborales. Esta fecha no solo es significativa en España, sino en muchos países del mundo, donde se recuerda la lucha por condiciones laborales justas y dignas.
Orígenes del Día del Trabajo en España
En España, el primer Día del Trabajo se celebró el 1 de mayo de 1890, en línea con las movilizaciones internacionales que pedían mejores condiciones laborales para los trabajadores. Esta fecha fue elegida en memoria de los Mártires de Chicago, activistas que fueron ejecutados en Estados Unidos en 1887, después de una serie de protestas que comenzaron el 1 de mayo de 1886 y que exigían la jornada laboral de ocho horas.
Avances Laborales Durante la Segunda República
Sin embargo, fue tras la proclamación de la Segunda República Española en 1931 cuando se lograron avances laborales significativos. Uno de los logros más destacados durante este período fue la instauración de la semana laboral de 40 horas. Este cambio no solo representó una mejora en la calidad de vida de los trabajadores, sino que también marcó un compromiso político hacia las demandas laborales que había sido largamente postergado.
La Importancia de la Reforma Laboral de 40 Horas
La reducción de la jornada laboral a 40 horas semanales fue un hito en la historia laboral de España. Este cambio legislativo permitió a los trabajadores tener más tiempo para descansar, estar con sus familias y participar en actividades recreativas, contribuyendo a un mayor equilibrio entre el trabajo y la vida personal. Además, esta reforma fue un reflejo de las tendencias laborales en otros países industrializados, que ya estaban adoptando horarios de trabajo más reducidos.
Consecuencias y Legado
La implementación de la jornada laboral de 40 horas jugó un papel crucial en la modernización de las relaciones laborales en España. A pesar de las turbulencias políticas que seguirían durante y después de la Guerra Civil Española, el establecimiento de la jornada de 40 horas quedó como un legado de la Segunda República, recordando la importancia de los derechos laborales y el bienestar de los trabajadores.
Hoy en día, el Día del Trabajo sigue siendo una ocasión para reflexionar sobre los logros alcanzados y los desafíos pendientes en materia de derechos laborales. A través de desfiles, manifestaciones y otros actos conmemorativos, los trabajadores de todo el mundo, incluida España, continúan abogando por mejoras en sus condiciones de trabajo, salarios justos y el respeto a sus derechos fundamentales.