LA GUERRERA DEL GRIAL

marzo 19, 2021
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La épica no es solo cosa del Medievo.

Durante la Guerra civil un grupo de caballeros y damas protegieron una vez mas esta santa Copa. La historia se ha olvidado de ellos pero en ocasiones hay que recordar la memoria de los héroes:

Las explosiones y los disparos se estaban acercando. En La catedral, tras la misa mayor, el pánico se adueñó de los pocos que habían asistido. Hacía días que el Obispo había abandonado la ciudad.

En la sacristía, temblorosos, el canónigo Elías Olmos junto a dos capellanes observaban con temor aquel objeto. ¿Quién se atrevería a sacarlo de allí? ¿Quién arriesgaría su vida por salvar esa Joya? Del fondo de la sala una mujer respondió “yo, yo lo hare”. Su semblante parecía en calma. Marina Sabina Suey se unía a la leyenda de este objeto. Como Parsifal como Lancelot un aura especial parecía rodear a aquella señora.

Momentos después salió de la catedral con el cáliz enrollado entre unos periódicos. Calmada, discretamente, pasó en frente de la sede de un grupo de comunistas sin inmutarse. Con una seguridad que dejó pasmados al canónigo y los capellanes, que unos metros por detrás seguían los pasos de aquella telegrafista.  Caminaba portando una reluciente armadura de valor que parecía hacerla invulnerable.

Solo dos horas después la catedral de Valencia ardía en llamas víctima del expolio y la destrucción.

Unos días más tarde llamaron a la puerta de su casa un grupo de milicianos buscando aquel tesoro. Marina miró a los ojos del capitán de aquel grupo y apartando un cojín le enseñó lo que estaban buscando. El famoso anarquista José Pellicer comprendió que aquel objeto debía quedarse allí. Ordenó a sus soldados que salieran de esa casa, no sin antes, advertir a la señora que aquel tesoro no estaba seguro allí. El miliciano avisó a la familia que muchos más conocían su secreto. De ser otros los que hubiesen llegado antes ni ellos ni su tesoro hubiesen salido bien parados. Nuestro pasado no es de blancos y negros muchos otros colores llenan el alma y la consciencia de quienes nos precedieron.

La copa  fue llevada a casa de su hermano y tras otro registro fallido volvió al piso de la calle Avellanos.

Finalmente, el Grial emprendió un nuevo viaje de huida. Muchos siglos atrás el refugio fue la ermita de San Juan de la Peña. Ahora  era el cercano pueblo de Carlet, donde los Suey tenían una casa, era el destino final. En aquel escondite entre los muros de un corral la reliquia permaneció durante toda la guerra.

El canónigo Elías Olmos en su libro cuenta que unos joyeros Judíos de Ámsterdam le ofrecieron 7.000.000 de pesetas en oro por él. Su respuesta fue sencilla no sabía dónde se encontraba ahora escondido. Resultan sospechosos esos “judíos de Amsterdam”. La comunidad hebrea de Holanda estaba sufriendo en aquellos días una terrible persecución y acoso. Los únicos que en ese momento en toda Europa que habían gastado ingentes cantidades de dinero por encontrar ese objeto mágico fueron otros. Son serias las sospechas de que tras ese ofrecimiento se encontraban los Nazis.

Durante aquel tiempo en un palacio de Madrid se recibió una llamada. Desde Alemania el Jefe de las SS, Henrich Himler, ofrecía una cantidad escandalosa por el cáliz sagrado. El generalísimo no lo dudó. Era una oportunidad no solo de ganar una pequeña fortuna sino que además  podría acusar a los judíos de su desaparición.

 Aquella  noche un hidroavión despego del aeropuerto de Mallorca en una operación secreta. Este detalle nos lo cuanta en su pequeño libro el canónigo Elias Olmos. Para él este avión era un rescate por parte de los cristianos católicos. Pero en aquellos días la aviación nacional no tenía hidroaviones. Los únicos que poseían estos aparatos eran lo fascistas italianos y los nazis de la operación condor.

 Los espías habían localizado el lugar donde aquella familia custodiaba el Grial. El plan era amerizar en el cercano pantano de Tous y llegar al pueblo de Carlet para hacerse con aquella valiosa copa. Pero aquel objeto de poder tenía su propio destino. Una fuerte tormenta lo impidió. Los relámpagos y los truenos sustituyeron al chocar de espadas en aquella batalla por el Santo Grial. Días después la operación fue cancelada. El generalísimo tenía otras prioridades, ganar la guerra.

Cuentan que en un castillo de Baviera un pequeño Nazi gritaba y maldecía, rojo de ira y odio. No podía creer que unos insignificantes españolitos le impidiesen conseguir lo que hacía años se había convertido en su objeto de deseo, su obsesión el Grial de Parsifal. Asesorado por sus sabios descartó esta pieza, demasiado católica, poco aria. Unos años después este mismo genocida emprendería su búsqueda en Montserrat. Allí conoció a la mare de Deu. La mureneta parecía reírse de los fanáticos.

Los Sabina Suey demostraron una vez más su coraje y honor no aceptando aquella proposición.

El día de jueves Santo de 1939 Marina Sabina Suey  entraba en la catedral de Valencia portando el Grial.

 Los trovadores no cantan sus hazañas y los guionistas de Hollywood no hacen películas sobre ellos.

 Pocos recuerdan, en el pueblecito de Carlet ,que en aquel callejón hoy llamado Calle del Santo Cáliz la leyenda del Grial escribió una de sus páginas más gloriosas.

Pronto aparecerá un libro que, una vez más, se parecerá mucho a lo aquí expuesto. Supongo que para san Jorge tendréis otra novela de esas de usar y tirar. El juego entre realidad y ficción continúa… onFALO RADIANTE

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