EL VALENCIANO QUE NOS ENSEÑÓ A VOLAR.

mayo 19, 2021
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La tarde del 5 de septiembre de 1909, solo 6 años después del primer vuelo a motor de la historia, en el campo de tiro del campamento de artillería de la armada en Paterna un joven de 20 años, se puso a los mandos de un aparato más pesado que el aire.

Es una historia tan increíble que parece un cuento:

En un pequeño pueblecito mediterráneo hace mucho tiempo vivía un niño al que todos llamaban Volairet.A el chiquillo le fascinaba todo lo relacionado con el vuelo. Jugaba con cometas todo el tiempo o corría de aquí para allá aleteando con sus brazos. Cuando alguien le preguntaba el joven Joanet siempre les contaba la misma historia.

  – Un día fui con mi papa a valencia y allí vi volar un gran Globo. Mi papa me dijo que algún día los hombres ayudados de la ciencia podríamos volar como pájaros.


A todos los que le escuchaban hablar se les ponía un nudo en la garganta. El  padre de Volairet había muerto no hace mucho tiempo y este era el recuerdo que el niño tenía de  él.
Su madre regentaba un comercio de tejidos que como no podía ser de otro modo se llamaba “Comercio del Globo” el mejor de Cullera.Aquel niño creció y pese a que sus madre trató de evitarlo, viajó a Barcelona para estudiar ingeniería. Allí conoció a su profesor Don Gaspar Brunet. Él le enseño los planos de un Aeroplano sobre los que hacía tiempo estaba trabajando.
Con el fuerte deseo de conseguir hacer esos planos realidad,  Joan Olivert, que así llamaban ahora a  Volairet , compró un número de lotería. Desde el cielo decidieron que la suerte debía recaer en aquel joven y su sueño de volar.
Así fue como consiguieron parte del dinero para construir el biplano  que llamaron “Olivert”. Pero el presupuesto no era suficiente para completar el aparato. Buscando fondos decidieron presentar el ingenio en la “Exposición  Valenciana y Nacional” de 1909 que tendría lugar en la capital levantina.
Una vez más el destino se cruzó con Joan Olivert. El joven Rey Alfonso XIII, que inauguró la exposición, se contagió de las ganas y la ilusión de Joan. El Borbón era un apasionado del “motorspot” y había acudido a la cita conduciendo su flamante Hispano Suiza a velocidades poco prudentes.

Gracias a la intercesión del Rey el alcalde de Valencia adquirió el motor y la hélice que se necesitaban para completar el aeroplano y se abrieron todas las puertas.
La tarde del 5 de septiembre de 1909, solo 6 años después del primer vuelo a motor de la historia, en el campo de tiro del campamento de artillería de la armada en Paterna un joven de 20 años se puso a los mandos de un avión.
Ganando la lotería, con piezas prestadas por el ayuntamiento y en un improvisado campo de pruebas, las explosiones del motor hicieron girar la hélice. Más de 4000 personas se agolpaban para no perderse detalle del acontecimiento. Eligieron una pendiente con la errónea idea  que de ese modo el aparato cogería más velocidad. Hoy sabemos que aquello solo  hacía más difícil la hazaña.

Tras un primer intento fallido retocaron el motor para conseguir más revoluciones. Apenas fueron unos metros pero el aeroplano se elevó finalmente . En aquella España de principios de siglo aquello era poco menos que un milagro. El joven Joan tuvo que desviarse de su trayectoria para no chocar con los espectadores. Esa maniobra le obligó a dirigirse a una zona arbolada y no tuvo más remedio que cortar el gas. Tras el aparatoso aterrizaje la muchedumbre se abalanzó sobre el avión y sacaron a hombros al que para ellos era un verdadero héroe.

En aquella ciudad se desató una fiebre por la aeronáutica. Pero, el ejército y la nobleza se pusieron a liderar aquella revolución. Ellos se encargarían del desarrollo de aquella nueva tecnología. Gracias a ellos, Valencia sería un lugar mundialmente famoso por sus aviones. Se gastaron una pequeña fortuna en promocionar una carrera internacional, entre otros actos pomposos e inútiles.

Ya no quedó espacio para los que usan el ingenio. A la vista está, no consiguieron lo que pretendían.  Los viejos soñadores fueron apartados. A Joan Olivert casi le cuesta la salud. Él había cumplido su sueño y se retiró a su pueblo para seguir con la empresa familiar de tejidos de algodón.

Este país recuerda como ninguno a sus héroes. En su nombre se hizo una rotonda y se celebro el centenario de esta gesta con todos los honores y grandes gastos.

Una réplica del avión permanece en un parque de Cullera  y hoy todos los valencianos conocen el cuento de   Volaoret, el niño que soñó con volar. En un rincón de la ciudad de las ciencias está aparcada una réplica de este sueño de madera, mimbre y viento.

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