El Castillo de Montornés: historia, conquistas y leyendas

enero 4, 2025
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El Castillo de Montornés, ubicado en el término municipal de Benicàssim y a corta distancia de Castellón, es un testimonio del pasado medieval valenciano. Sus ruinas, orgullosas y desafiantes ante el viento, recuerdan las historias de conquistas, alianzas y conflictos que marcaron la historia de esta región. Desde su posición estratégica en una atalaya litoral, fue escenario de batallas entre moros y cristianos, y símbolo de poder en épocas de incertidumbre y guerras.

El Castillo en la Reconquista y la alianza con el Cid Campeador

El castillo de Montornés se destacó por su importancia estratégica durante la Reconquista. En el año 1097, la alianza entre el rey Pedro I de Aragón y el Cid Campeador marcó un hito en la recuperación de este enclave del dominio musulmán. Según las crónicas, el rey Pedro abandonó el cerco de Huesca para encontrarse con Rodrigo Díaz de Vivar en Burriana, sellando una amistad basada en la mutua promesa de apoyarse contra sus enemigos.

Con esta unión, Montornés fue reconquistado para Aragón, recuperando su lugar como fortaleza clave para la defensa de los territorios cristianos. Esta victoria consolidó el poder cristiano en la región, marcando el inicio de una nueva etapa para el castillo.

Don Pedro Sanz: el primer señor feudal tras la Reconquista

En 1242, el castillo y sus tierras pasaron a manos de don Pedro Sanz, notario y repostero real de Jaime I el Conquistador. Este noble recibió la donación como recompensa por su lealtad y servicio durante los momentos decisivos de la conquista del reino de Valencia. Con el apoyo del rey, Pedro Sanz impulsó el desarrollo del territorio, estableciendo un hospital y una capilla en 1247 para atender las necesidades de la población creciente.

Su linaje continuó dominando la región durante años, con don Jasochio Sanz, posiblemente su hijo, como señor feudal. Sin embargo, el control de Montornés no permanecería en manos de una sola familia durante mucho tiempo, ya que la iglesia de San Vicente de Valencia y otras instituciones asumirían posteriormente su administración.

La influencia del monasterio de Poblet y la Corona

En 1287, Alfonso III incluyó el castillo de Montornés en una donación al monasterio de Poblet, que en ese momento enfrentaba una grave crisis económica. El cenobio, incapaz de sostener sus posesiones, se vio obligado a vender el castillo y sus señoríos a la Corona por 290.000 sueldos. Este cambio marcó el inicio de un declive en la relevancia del castillo, que se fue desdibujando con el tiempo.

La lenta desaparición de Montornés

A lo largo de los siglos, el castillo y sus alrededores pasaron por diversas manos, incluidas familias nobles como los Centelles y los Casalduch. Sin embargo, las difíciles condiciones de vida en la región y la falta de recursos para sostener su población llevaron al declive del asentamiento. En 1603, Yolanda de Casalduch emitió una carta de población para Benicàssim y Montornés, en un esfuerzo por revitalizar la zona. Pese a estos intentos, el nombre de Montornés desapareció progresivamente, dando paso a las baronías de Benicàssim y Puebla Tornesa hacia 1750.

Un legado que trasciende el tiempo

Hoy, el Castillo de Montornés sigue siendo un emblema de la historia valenciana. Sus ruinas evocan un pasado lleno de conflictos, alianzas y aspiraciones. Desde su papel en la Reconquista hasta su influencia en la configuración del territorio moderno, Montornés es un recordatorio de la riqueza histórica y cultural de la región.

Aunque las piedras que una vez formaron sus murallas ahora están marcadas por el tiempo, el legado de Montornés perdura en la memoria colectiva como símbolo de la resistencia, el ingenio y la capacidad de adaptación de sus habitantes.

EL CASTILLO DE MONTORNÉS

A corta distancia de Castellón y en término municipal de Benicàssim, se levantan desafiando al viento, enhiestas y orgullosas de su historia, las ruinas del que otrora fuera inexpugnable castillo de Montornés. Mencionado por las viejas crónicas medievales, fue testigo de algaras y acciones guerreras de singular importancia. Antes y después de la conquista definitiva del reino de Valencia, por su condición y emplazamiento en una atalaya litoral —abarca los actuales términos de Benicàssim y Puebla Tornesa— fue codiciado por moros y cristianos, en su afán desenfrenado de dominar los puntos más estratégicos. Cualquier posible intento de infiltración nacida de la costa hacia el interior podía ser advertida y dominada desde esta atalaya cimera.

Pedro I de Aragón y el Cid en Montornés

El rey Don Pedro I de Aragón, a la sazón señor feudal de Montornés, comprendiendo la necesidad de alianza con Rodrigo Díaz para contener la dura ofensiva de los reyezuelos moros Abderramán y Almoazaben en tierras de Huesca y Zaragoza, decide pactar con el de Vivar, que en Valencia era respetado y temido. Con tal misión parten hacia las riberas del Turia los legados del rey aragonés, que quiere astutamente aprovecharse de la bien ganada fama del que en buena hora nació.

Mucho debieron complacer las noticias que le llegan de Valencia, cuando al punto, encontrándose disponible su ejército, deja tal empresa en manos de su hermano el príncipe don Alfonso y cabalga raudo al frente de su embajada guerrera hacia las fértiles llanuras del litoral valenciano. Y aquí seguimos la traducción que el padre Risco hace de la “Historia Roderica”: “El deseo del rey Don Pedro de tener por amigo al Campeador era tan vehemente que, sin embargo de tener sitiada la ciudad de Huesca, dejó el cerco por algunos días, encomendando aquella empresa a su hermano el príncipe don Alfonso para ir a verse con el Campeador y comunicar con él sus empresas. Partióse, pues, hacia un lugar que se decía Monte Ornés, que está en la marina; y Rodrigo, que le había ofrecido su amistad en la forma que se le pidió por los embajadores, le salió al encuentro en Burriana. Aquí se vieron con grande alegría y establecieron una paz firme, prometiéndose con la mayor sinceridad ayudarse mutuamente contra todos sus enemigos”. Este primer encuentro, a falta de datos concretos, bien puede cifrarse hacia finales del año 1094, fecha en la que ya habían caído en poder del Cid los castillos de Morella, Chivert, Burriana, Olocau, Oropesa, Miravet, entre otros.

No había transcurrido mucho tiempo de aquella amigable visita de los dos caudillos cristianos, cuando Mahumet se sublevó en los dominios del Conquistador burgalés, que presto acude en solicitud de auxilio a su aliado el rey de Aragón. Este, acompañado de su hermano el príncipe Alfonso y constando ya en Valencia, emprende nuevo viaje a tierras de Valencia con lo más escogido de su nutrido ejército. El desplazamiento lo aprovechaba también para recuperar el castillo de Montornés, cuyos pobladores, al igual que sus hermanos de raza en Valencia, se habían sublevado e independizado.

Vencidos y pacificados los insurrectos en Pinacatel, Játiva y Beire, el próximo objetivo de la alianza cristiana era Montornés.
Hacia su reducto cabalgan en los inicios del año 1097, y seguimos sin concretar, el Cid Campeador y Pedro I con sus ejércitos bien pertrechados, convencidos de su victoria, como así sucedió, pues se recuperó para Aragón el castillo de Montornés, que casi diríamos tímidamente osó liberarse del yugo cristiano.

El primer señor feudal de Montornés tras la reconquista: Don Pedro Sanz

Fue don Pedro Sanz, notario y repostero real de Jaime I el Conquistador, quien recibió la donación de Montornés, con su extenso término, lindante con los castillos de Miravet, Sufera, Villafamés, Borriol y Fadrell, en 29 de noviembre de 1242, tras haber sido conquistado de forma definitiva a la raza agarena. De este modo recompensaba Don Jaime, como a tantos caballeros, a quien leal y noblemente le había servido durante los momentos decisivos en los comienzos de la empresa de la conquista del reino valenciano. En 1247 el mismo rey autoriza a Pedro Sanz para que levante en la demarcación de Montornés un hospital y una capilla. Todo lo cual hace suponer que la población iría en aumento, ya que las condiciones para que tomara cuerpo un núcleo de población no fueron del todo óptimas. Años más tarde era señor feudal don Jasochio Sanz, a quien se le supone hijo de don Pedro.

Otros señores de Montornés

En 1268 pasó el castillo de Montornés a la iglesia de San Vicente de Valencia, que poseía también la villa de Castellón, encumbrada en el cerro donde actualmente se levanta la ermita de la Magdalena, primitiva iglesia de aquel naciente poblado que tiempo después sería trasladado al solar de la llanura que actualmente ocupa.

En 12 de diciembre de 1287 Alfonso III dona a San Vicente y sus posesiones, entre las que se encuentran Montornés y Castellón, al monasterio de Poblet. Pero este cenobio catalán, envuelto en deudas en una época de acusada crisis, decide vender los dos señoríos a la Corona por 290.000 sueldos.

El obispo de Vich Alfonso de Thous, promovido a la sede episcopal bajo manifiesta coacción real, recibe Montornés el 7 de diciembre de 1416. Después de Gilaberto de Centelles, Juan Pagés, Francisco Pagés y Nicolás de Casalduch, este último señor también de las baronías de Borriol y Sierra Engarcerán. Se sucede en 1534 su hijo Jaime José, casado con Isabel Muñoz, de estirpe turolense. Los hijos de este matrimonio —Ana y Yolanda— señorearán esta montañar demarcación que paulatinamente va desdoblándose y perdiendo su primitivo esplendor. Por ello se ve obligada Yolanda a conceder carta de población de Benicàssim y Montornés el 9 de septiembre de 1603, en la ermita de Santa Águeda, del término de Benicàssim. Cuarenta nuevos pobladores, bajo su mayoría del Maestrazgo, intentan, en un inútil y infructuoso esfuerzo, explotar aquellas montes que con el tiempo habían venido a menos. Inútil pretensión, porque el nombre de Montornés desapareció poco después, emergiendo de él hacia 1750 las baronías de Benicàssim y Puebla Tornesa.

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