Esta pequeña localidad del Maestrazgo de Castellón se encuentra a los pies de una gran mole rocosa que se eleva como un gigantesco cilindro. No es difícil imaginar el significado de su topónimo.
Ares o Ara – altar. En muchos pasos de montaña como este los romanos realizaban ofrendas a mercurio en lugares de tradición mágica. Este sin duda es el altar natural mas importante de la zona.
Prueba del magnetismo de este lugar lo tenemos desde mucho antes. A los pies de este monte sagrado se encuentran la mejor colección de pinturas rupestres del Neolítico. Estos restos dan a entender la atracción que esta roca ha dado a todas las personas que se han acercado.
En la edad media la población fue tomada en 1170 por Pedro II pero tuvo que ser reconquistada por Jaume I. Fue este rey al que la tradición llama El Conquistador pero que debería ser conocido como El Templario quien le dona esta plaza a la Orden en 1234.
Tras su disolución y el paso a la Orden de Montesa de Ares del Maestre se intento borrar todo vestigio del paso Templario. Con los siglos todos los castillos y templos fueron destruidos.
En el caso de ares la Iglesia barroca no conserva nada de sus símbolos ni estructura original. El importante castillo fue derribado a conciencia por las tropas de Espartero y si algo quedaba los bombardeos de la guerra civil terminaron por arruinar lo que debió ser uno de los mas importantes castillos Medievales de la zona. Hoy cuando comienzas el ascenso en espiral a este templo sagrado apenas te sorprendes de la enorme cueva que construyeron para realizar sus ritos mas secretos para horadar esta sala tuvieron que sacar toneladas de roca. Tras las modernas adaptación del camino no faltan las zonas para sentarse y disfrutar del paisaje. El museo que ocupa esta cueva sigue manteniendo el espíritu de lugar Sagrado.
En lo alto solo hay ruinas y montones de rocas dispersas sobre ella. Pese a esto la fuerza de la tierra sigue ahí. La corriente de energía no ha menguado ni un ápice en este altar sagrado.
Tras abandonar el pueblo un tanto desilusionado por no haber encontrado ningún resto de los caballeros algo me indica que no debo seguir la carretera sino subir por un camino a la derecha.
Tras un pequeño ascenso me encuentro en la puerta del moderno campo santo de la localidad.
Incrustadas en lo alto del muro una magnífica colección de estelas funerarias de tumbas medievales. El último vestigio sigue allí sin ningún respeto alejadas del lugar original en el que se colocaron durante le Edad Media. Estas piezas fueron quitadas del campo santo y reutilizadas como bonitos ladrillos de remate. En una de ellas el símbolo que parece seguirme en tantos lugares de este viaje vuelve a aparecer. La flor de seis pétalos la semilla de la vida que adornó una tumba hace tanto tiempo parece que intenta mantener el recuerdo de estos Monjes guerreros.