La riada de las chabolas o barracas de 1949: la gran olvidada que dejó más muertes que la de 1957

septiembre 29, 2025
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Conocida como la riada de las barracas, fue la primera gran avenida del siglo, pero quedó eclipsada por la de 1957 y otras catástrofes posteriores.


La riada de 1949 es un episodio poco recordado en la historia reciente valenciana, aunque marcó un antes y un después en la relación de la capital y los pueblos con sus ríos y barrancos. Aquel 28 de septiembre, hace ahora 76 años, lluvias torrenciales en la cabecera del Turia y en las sierras próximas desencadenaron un desbordamiento súbito que se extendió con rapidez por la huerta, al norte y al sur, y por la propia ciudad de Valencia. El balance fue trágico: más de cuarenta víctimas mortales en la provincia de Valencia y once en la de Castellón, además de cuantiosos daños materiales en más de una veintena de municipios.

Según explica Iván Portugués Mollá, profesor de Geografía de la Universitat de València, fue una dana que se desplazó de sur a norte: “primero afectó a la zona del Poio, después a la Calderona y continuó subiendo hacia Castellón, con crecidas también importantes en los ríos Millars y Sec”.

Valencia sorprendida por la riada

En Valencia, los efectos más graves se concentraron en Campanar, donde el cauce del Turia todavía no contaba con defensas y el agua se extendió por las calles. Al norte, el Carraixet y sus afluentes arrasaron desde Bétera hasta el mar, alcanzando niveles de casi tres metros en pueblos como Montcada y Alboraia; la tormenta también golpeó Massamagrell y otros municipios de l’Horta Nord.

Al sur, como un precedente de la última riada de 2024, la rambla del Poio devastó campos y localidades como Chiva, donde murieron cuatro personas, así como Catarroja y Massanassa.

La sorpresa fue general, ya que en la capital y en el litoral apenas había llovido, pero la ola de agua llegó con una fuerza extraordinaria, con caudales de hasta 2.400 m³/s. Se trató de un fenómeno típico de inundación repentina (flash flood), provocado por lluvias torrenciales en el interior que concentran grandes cantidades de agua en poco tiempo y descienden hacia el mar con gran velocidad.

Cronología de la crecida del Turia

  • 17:00 h, Manises: el Turia baja completamente lleno.
  • 17:30 h: el agua alcanza los tres metros de altura.
  • 18:30 h, Valencia: comienza a llenarse el cauce.
  • 19:00 h: el agua cubre los ojos de los puentes.
  • 19:30 h: el puente de Madera se hunde.
  • 20:30 h, Cabanyal y Canyamelar: el agua alcanza medio metro en las calles.
  • 21:30 h: se realizan rescates con embarcaciones.
  • 22:30 h: el nivel baja, pero los barrios quedan cubiertos de barro y escombros.

La rambla del Poio arrasa la huerta sur

En Chiva se registraron 163 l/m² en pocas horas, y el barranco actuó como un tobogán hacia el mar. Cuatro personas murieron y 30 hectáreas de huerta quedaron arrasadas.

El Carraixet inunda l’Horta Nord

Las lluvias en la Calderona y el Camp de Túria alimentaron el Carraixet y sus afluentes. En Bétera, el agua alcanzó hasta 2,5 metros, causando seis muertes y destruyendo más de cien casas. La inundación avanzó hacia Montcada, Tavernes Blanques, Alboraia y Almàssera, donde también hubo víctimas. En Tavernes Blanques murieron cerca de 4.000 cabezas de ganado.

La situación no empezó a normalizarse hasta la madrugada del 29.

Una tragedia silenciada

El contexto de posguerra agravó los efectos. El Turia estaba degradado, ocupado por miles de chabolas y huertos de subsistencia. Se calcula que entre 8.000 y 10.000 personas vivían dentro del cauce en unas 2.000 barracas, lo que dio nombre a esta tragedia.

Las autoridades prohibieron nuevas construcciones en el cauce y proyectaron defensas, pero la ocupación del río continuó. Ocho años después, la riada de 1957 arrasaría la ciudad y marcaría definitivamente la memoria colectiva, impulsando el Plan Sur y el desvío del Turia.

Con el tiempo, la riada de 1949 quedó relegada a un segundo plano. La censura franquista minimizó su impacto y el perfil de las víctimas, en su mayoría de clases humildes, no ayudó a que se le diera visibilidad. Otras catástrofes posteriores —la de 1957, la pantanada de Tous en 1982 o la riada de 2024— terminaron por eclipsarla.

Sin embargo, las aguas de aquel 28 de septiembre dejaron una huella imborrable en la historia urbana de Valencia y sus pueblos, recordando una vez más que el Turia y sus afluentes, tan ligados a la vida y a la fertilidad de la huerta, también pueden mostrar su rostro más devastador.

La riada de las chabolas de 1949: la gran olvidada que dejó más muertes que la de 1957

El 28 de septiembre de 1949, Valencia vivió una de las tragedias más duras de su historia reciente: una riada que arrasó el cauce del Turia y que, con el tiempo, quedó eclipsada por la más recordada inundación de 1957. Sin embargo, aquella catástrofe, conocida popularmente como la riada de las chabolas, dejó un número mayor de víctimas mortales y marcó a una ciudad que todavía sufría las secuelas de la posguerra.

Una tragedia en plena posguerra

En aquel momento, el cauce del Turia no era solo un río. Era también un espacio degradado y ocupado por la pobreza: más de 2.000 chabolas albergaban entre 8.000 y 10.000 personas que vivían en condiciones de extrema precariedad. Muchas familias habían llegado desde Teruel, Cuenca u otras zonas rurales buscando trabajo y supervivencia, asentándose en un cauce seco que se había convertido en barrio marginal.

Además de las viviendas improvisadas, el río servía para otras actividades económicas de subsistencia: extracción de áridos para la construcción, pequeños huertos vallados, pastoreo y hasta almacenes improvisados. Todo ello multiplicó la vulnerabilidad de miles de personas.

El 28 de septiembre de 1949: la riada inesperada

Según los testimonios recogidos por la prensa de la época, hacia las 17:30 horas los obreros de un molino en Manises vieron “una ola gigantesca de más de tres metros de altura” avanzando a toda velocidad. Apenas media hora antes, el cauce en Valencia presentaba un aspecto de normalidad.

A las 18:00 horas comenzaron las primeras llamadas de socorro desde los pueblos limítrofes. La ola descendía como una avalancha hacia la capital.

En los barrios marítimos, hasta las 20:15 horas había calma, pero repentinamente “una enorme afluencia de aguas rojas” se precipitó con furia sobre el Cabanyal y el Canyamelar, alcanzando medio metro de altura en apenas minutos.

El puente de Madera no soportó la presión y se hundió, mientras que otros quedaron cubiertos por completo. Los rescates se improvisaron con embarcaciones en plena noche, pero el agua arrasaba todo lo que encontraba a su paso.

Balance oficial y víctimas invisibles

Las cifras oficiales hablan de 41 muertos en la provincia de Valencia, a los que hay que sumar al menos 11 en Castellón. Sin embargo, los cronistas de la época ya advertían de que las víctimas reales podían ser más. Muchas personas vivían en el cauce sin estar registradas en la ciudad: inmigrantes, jornaleros y familias que habían llegado tras la Guerra Civil. Probablemente, algunos de ellos murieron sin que nadie reclamara sus cuerpos.

El balance material fue devastador:

  • Más de 2.000 chabolas arrasadas.
  • 98 casas destruidas.
  • 624 viviendas dañadas que necesitaron reparación urgente.
  • 22 municipios del nordeste de la provincia gravemente afectados.

La riada olvidada

La riada de 1949 quedó pronto relegada a un segundo plano. El régimen franquista evitó darle visibilidad para no mostrar la miseria en la que vivían miles de personas. Ocho años después, la catástrofe de 1957 se llevaría toda la atención mediática e histórica, al provocar más de 80 muertos y convertirse en el detonante del Plan Sur y el desvío del Turia.

Sin embargo, la tragedia del 49 fue la que más vidas se cobró, en buena medida porque golpeó a quienes menos podían defenderse: los habitantes de las chabolas, símbolo de la pobreza en la posguerra.

Una lección de vulnerabilidad

El recuerdo de la riada de las chabolas recuerda que la ciudad de Valencia siempre ha vivido entre la fertilidad y el peligro de su río. Aquel día de septiembre de 1949, las aguas del Turia mostraron su cara más devastadora y dejaron una huella silenciosa en la memoria colectiva.

Hoy, 75 años después, meteorólogos y especialistas, como los de Aemet, han querido rescatar esta efeméride para que no se pierda en el olvido y para recordar que los ríos, aunque domesticados y canalizados, nunca dejan de tener memoria.

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