El caso de Loli Paul Sesé sigue sin resolverse seis años después: su fémur apareció en Sagunto y el principal sospechoso niega toda implicación
El hallazgo de un hueso humano en las obras del pantalán de Sagunto reabrió la investigación sobre la desaparición de Loli Paul Sesé, ocurrida en junio de 2019. Seis años después, su familia sigue esperando justicia.
Valencia, 14 de octubre de 2025. — El nombre de Loli Paul Sesé continúa presente en la memoria de Sagunto. Han pasado más de seis años desde su desaparición y, aunque un fragmento de fémur hallado en 2023 confirmó que fue víctima de una muerte violenta, el caso sigue sin resolverse.
El Juzgado de Instrucción número 5 de Sagunto mantiene abierta la causa por la muerte de la mujer, desaparecida el 22 de junio de 2019, sin que se haya formulado acusación contra ninguno de los tres hombres investigados. Entre ellos, su expareja, Francisco L. G., que continúa negando cualquier implicación pese a las sospechas que lo rodean.
Un hallazgo que reabrió la investigación
El fémur derecho humano fue localizado en mayo de 2023 durante unas obras en el antiguo pantalán del Puerto de Sagunto. El hallazgo, inicialmente casual, permitió a los forenses identificar el ADN de Loli, confirmando lo que su familia sospechaba desde el primer día: que no se trataba de una desaparición voluntaria, sino de un posible crimen machista.
A pesar de ello, las obras no se detuvieron inmediatamente tras el descubrimiento, lo que indignó a las hijas de Loli y a los colectivos feministas del municipio, que consideraron que la búsqueda debió continuar hasta hallar el resto del cuerpo.
Una desaparición rodeada de contradicciones
La denuncia por desaparición fue presentada por Alba, la hija menor de Loli, en septiembre de 2019, tres meses después de que la mujer desapareciera. Según el testimonio de Francisco L. G., su entonces pareja, Loli se habría marchado a Barcelona “para cuidar personas mayores”. Pero las investigaciones desmontaron esa versión: no existía ningún registro de viaje ni empleo relacionado con ella en Cataluña.
Loli estaba acogida al programa de protección de víctimas de violencia de género, tras haber denunciado varios episodios de maltrato. Su expareja había sido condenado en noviembre de 2019 a cuatro meses de prisión por quebrantar la orden de alejamiento que le impedía acercarse a ella.
Las sospechas apuntan a la expareja
Los investigadores creen que la mujer y Francisco pudieron acudir juntos a la playa la noche del 22 de junio de 2019, víspera de San Juan. Allí, en las inmediaciones del pantalán donde se halló el fémur, pudo haberse producido la agresión mortal. Sin embargo, no existen pruebas directas que lo vinculen al crimen.
Francisco, hoy de 68 años y residente en una residencia de mayores en Valencia, ha vuelto a hablar públicamente sobre el caso, asegurando que no tuvo nada que ver con la muerte de Loli. “Solo le di un empujón, se dio un golpe y me detuvieron aquel fin de semana. Luego me dijo que se iba a Barcelona a trabajar”, explicó en declaraciones a Las Provincias.
También reconoció que trabajó durante varios años en una nave cercana al lugar del hallazgo, aunque asegura que no volvió allí con Loli y atribuye su muerte a “las malas compañías” de la mujer.
Una vida marcada por la violencia y la vulnerabilidad
Loli Paul Sesé atravesaba un momento difícil antes de desaparecer. Según su entorno, sufría problemas económicos y emocionales, y había caído en una situación de dependencia y control por parte de su pareja.
Francisco la definió como “celosa”, intentando restar importancia a los episodios de maltrato que constan en su expediente judicial. Mientras tanto, la familia de la víctima insiste en que Loli fue asesinada y que su cuerpo fue ocultado deliberadamente.
El caso sigue abierto sin acusaciones firmes
Aunque el juzgado ha recabado múltiples pruebas, declaraciones y registros, no se ha podido determinar una responsabilidad penal directa. Uno de los tres investigados, Ignacio “el Patachula”, falleció recientemente, lo que ha dificultado aún más el avance del proceso.
El otro, Santiago, propietario de un terreno inspeccionado por la Guardia Civil, también ha negado cualquier relación con los hechos. Por ahora, el juez no ha encontrado indicios suficientes para enviar el caso a juicio, consciente de que una acusación sin pruebas sólidas podría derivar en una absolución.
Una familia que no se rinde
Seis años después, las hijas de Loli siguen reclamando justicia. Consideran incomprensible que, tras el hallazgo del fémur, no se intensificara la búsqueda y que los responsables sigan en libertad.
“Queremos que se sepa la verdad y que alguien pague por lo que le hicieron a mi madre”, declaró Alba, visiblemente afectada, en uno de los actos de homenaje celebrados en Sagunto.
Una herida abierta en Sagunto
El caso de Loli Paul Sesé ha puesto de relieve las lagunas del sistema judicial y policial en la gestión de desapariciones de mujeres víctimas de violencia machista. La coordinación entre instituciones, la lentitud de los procesos y la falta de recursos forenses siguen siendo obstáculos para alcanzar justicia.
Mientras tanto, la imagen del antiguo pantalán de Sagunto, donde apareció aquel fémur que rompió el silencio, se ha convertido en símbolo del dolor y la resistencia de una familia que no ha dejado de buscar respuestas.