Mientras los comercios históricos desaparecen para dar paso a bares y apartamentos turísticos, la mítica tienda de telas fundada en 1953 amplía su espacio para convertirse en la más grande de Europa.
Un milagro de aguja y paciencia
En una ciudad donde cada semana cierra una tienda de toda la vida, Julián López ha decidido remar a contracorriente. En lugar de bajar la persiana, la tienda de telas más emblemática de València se expande, ganando el local del chaflán de la calle Periodista Azzatti, donde hasta hace poco funcionaba un restaurante.
Cuando fueron a pedir la licencia, el técnico municipal no pudo evitar su asombro: “¿De verdad van a cerrar un bar para abrir una tienda de telas?”. En tiempos de terrazas y copas, el gesto suena casi revolucionario.
La historia que resiste
Fundada en 1953, Julián López es mucho más que una tienda: es un símbolo del comercio valenciano. En su interior, el olor a madera encerada se mezcla con el tacto de sedas, encajes y terciopelos que han vestido generaciones enteras de falleras, modistas y soñadores.
Hoy, mientras muchos escaparates se convierten en cafeterías o apartamentos turísticos, la familia López apuesta por seguir cosiendo ciudad.
“Queremos luchar contra la pérdida del comercio de barrio”, afirma Marta Gálvez, directora general de la firma. Para ello, han decidido integrar dos históricos negocios de guantes —Piqueras y Camps—, que reabrirán dentro de la tienda ampliada con sus diseños y proveedores originales.
Entre hilos, historia y futuro
Las obras avanzan sin cerrar la actividad: la venta se ha trasladado temporalmente al local anexo, donde antes se servían menús del día. Entre muros desnudos y rollos de tela, los clientes siguen entrando.
El nuevo espacio conservará el escaparate acristalado, los mostradores de madera y las estanterías originales, todos protegidos como patrimonio del planeamiento urbanístico de Ciutat Vella.
La ampliación permitirá crear nuevas secciones —guantes, pañuelos e indumentaria fallera— y mejorar la accesibilidad con la instalación de un ascensor. “Las piezas de tela pesan mucho”, bromean los dependientes, que conocen cada metro del local como la palma de su mano.
Un hilo que no se rompe
Según un estudio municipal, el centro histórico ha pasado de 1.300 a 1.150 comercios en apenas tres años. Pero entre tantas persianas bajadas, Julián López demuestra que el comercio tradicional aún puede ganar terreno, incluso frente al turismo.
El negocio, además, no se queda solo en València: cuenta con tiendas en Barcelona, Madrid, Sevilla y otras seis ciudades.
Mientras Miguel López, actual propietario, combina esta labor con la rehabilitación del PAI dels Palacios dels Exarcs, la tienda sigue siendo su obra más querida: la que cose memoria, arte y raíces.
Porque en tiempos de consumo rápido y fachadas efímeras, Julián López recuerda que las historias bien cosidas nunca pasan de moda.