Vicente y Samuel: la historia del padre e hijo que sobrevivieron a la DANA colgados de un árbol en Valencia

julio 6, 2025
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Han pasado más de siete meses desde que la DANA del 29 de octubre de 2024 dejó una profunda herida en la Comunitat Valenciana. Aquel episodio de lluvias torrenciales y desbordamientos descontrolados se cobró la vida de 227 personas y transformó para siempre la existencia de miles más. Entre ellos, la de Vicente y Samuel, padre e hijo, que vivieron para contarlo. Su historia es una de las más conmovedoras que han salido a la luz: sobrevivieron aferrados a las ramas de un árbol mientras la riada arrasaba todo a su paso.

Una huida contra la corriente

Aquel día, Vicente y su hijo Samuel viajaban en coche cuando la situación empezó a complicarse. La lluvia había comenzado con intensidad, pero nadie imaginaba lo que estaba por venir. De un momento a otro, el agua empezó a subir con una rapidez escalofriante. “Vimos a los guardias civiles con el agua hasta las rodillas. Ahí supe que no íbamos a poder llegar a casa”, recuerda Vicente con la voz aún quebrada.

El vehículo quedó atrapado, y no hubo más remedio que abandonarlo. “Fuimos flotando hasta una farola”, relata Samuel. “Desde allí mi padre saltó y se agarró a unas ramas. Me gritó que hiciera lo mismo. Así fue como acabamos subidos en ese árbol, colgados durante horas, mientras todo lo demás se lo llevaba el agua”.

El árbol de la vida

Lo que vino después fue una mezcla de miedo, resistencia y amor incondicional. Desde su improvisado refugio, padre e hijo vieron cómo coches, muebles, árboles y hasta personas eran arrastradas por la corriente. Con los pies colgando y las manos aferradas a la madera húmeda, resistieron bajo una lluvia implacable y un cielo cubierto.

“Yo pensé que me moría”, confiesa Vicente. “Me imaginé a todos mis familiares en mi funeral, vi sus caras una por una. Fue muy duro”. Para intentar mantener la calma y no perder la esperanza, comenzaron a cantar una canción de Joaquín Sabina: «19 días y 500 noches». Una melodía que, desde entonces, tiene para ellos un significado completamente nuevo. “Cantamos en medio de la oscuridad. Esa canción nos dio calor. Fue como una cuerda invisible que nos sostuvo un poco más”.

Un tatuaje como recuerdo imborrable

Cuando finalmente bajaron del árbol, exhaustos pero vivos, alguien les tomó una fotografía. Esa imagen, para Vicente y Samuel, simboliza su renacimiento. Es por ello que ambos decidieron tatuársela en el brazo: el dibujo de ellos dos abrazados al tronco del árbol que les salvó la vida, el mismo árbol al que llaman hoy el árbol de la vida.

Ese gesto no solo es un homenaje a lo que vivieron, sino una forma de recordar que, pese al miedo y la incertidumbre, pudieron sobrevivir juntos. “Cada vez que miro el tatuaje, me acuerdo de que salimos de aquello porque no nos soltamos”, dice Samuel. “Ni del árbol ni el uno del otro”.

Una tragedia que sigue presente

El caso de Vicente y Samuel es solo uno entre cientos de historias marcadas por el horror y la resistencia. Muchos valencianos siguen tratando de reconstruir sus vidas tras la catástrofe: hay quienes aún no han podido volver a sus hogares, quienes perdieron familiares, y quienes, como ellos, reviven aquella noche en pesadillas recurrentes.

En su caso, el trauma ha dejado huella, pero también ha reforzado el vínculo familiar. Padre e hijo se muestran inseparables desde entonces, más unidos que nunca. “Lo que pasamos no se borra. Pero también aprendimos a valorar lo que tenemos”, afirma Vicente. “Y sobre todo, a no dar por sentado que siempre habrá un mañana”.

Exigen memoria, justicia y prevención

Mientras las instituciones continúan con las tareas de reconstrucción y los afectados organizados en plataformas ciudadanas reclaman coordinación y recursos, historias como la de Vicente y Samuel recuerdan que la DANA no fue solo una catástrofe meteorológica, sino también humana y emocional.

“Nos salvaron nuestras decisiones y un árbol. Pero ¿y los que no tuvieron esa oportunidad?”, se pregunta Vicente. “Ojalá nadie más tenga que vivir lo que vivimos nosotros”.


Conclusión:
Vicente y Samuel no solo sobrevivieron. También transformaron su dolor en testimonio. Su historia es un símbolo de la fuerza que surge cuando todo parece perdido. Y de cómo, incluso en la noche más oscura, puede haber ramas a las que aferrarse.

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