¿Ya no queremos votar?
Maria Paredes. Auditora de empresas y simpatizante del Partido Popular.
Hace algo menos de dos meses, al grito de “¡Queremos votar!” los afines a Mari Carmen Contelles bloquearon la elección del Comité Organizador del Congreso Provincial de Valencia y, con ello, la posibilidad de poder elegir Presidente provincial en la fecha propuesta para el cónclave, esto es, el pasado fin de semana.
Unos días después, cuando el presidente Betoret solicitó a Génova mediación para frenar una brecha abierta que amenazaba en convertirse en herida incurable, a ese mismo sector del Partido le pareció una injerencia que la dirección nacional debiera intermediar en un proceso que, para ellos, debía decidirse solo en Valencia.
Pues bien, ahora ya no solo no queremos votar sino que también pedimos a Madrid que constituya una gestora que retrase, por no decir que anule, el Congreso Provincial que tan ansiosamente reclamábamos hace dos meses. ¿Es una incongruencia? Por supuesto, pero, sobre todo, es miedo. Miedo de ver cómo las bases que tan a su lado veían, están demostrando que ni les gustan las formas, ni les gusta la falta de ideas y de proyecto que tanto debía ilusionarles. Miedo de ver cómo la inoperancia del Grupo Popular en la Diputación ha calado mucho más en las bases locales que las soflamas contra el actual presidente. Miedo de ver cómo la candidatura orquestada desde la dirección regional para desbancar a Betoret va perdiendo fuelle y amenaza con dar más de un disgusto directo y también indirecto.
Isabel Bonig se equivocó al intentar controlar la provincia de Valencia de la manera que lo hizo. Ha tardado en darse cuenta, pero ahora se le ha encendido la luz. Y la solución, su solución, no puede ser dar marcha atrás y desmontar aquello que alentó. Prefiere, en una descarada huida hacia adelante, pedir ahora la intervención de Madrid y crear una gestora que ejecute al presidente provincial ante su demostrada falta de fuerza para convencer a los afiliados de esa necesidad.
¿Pero cuál es el pecado de Betoret para que se le retire la presidencia? ¿No acatar a pies puntillas las directrices de Bonig? ¿Defender a Rita Barberá y a los concejales del Grupo Municipal de Valencia? ¿Tener pensamiento propio para la gestión de un Partido que estaba en la cuerda floja cuando se atrevió a ser nombrado presidente? Ninguno de ellos me parece causa suficiente para una ejecución pública y confío en que Madrid se dé cuenta de los efectos que una decisión de este tipo tendría de cara a las elecciones de 2019. Otras no podrán verlo porque su ambiciosa ceguera no se lo permite.