ACNUR busca un trato equitativo para todos los Rohingya en Bangladesh
(ACNUR/UNHCR) – A simple vista, Mostafa y Sohel* tienen mucho en común.
En 1992, siendo joven, Mostafa huyó de la violencia en la parte norte del Estado de Rakhine en Myanmar para buscar seguridad en Bangladesh.
Veinticinco años después Sohel emprendió el mismo viaje. Este año, después de semanas de violencia en medio de una operación de seguridad en su aldea, el joven de 22 años tuvo que ser transportado a través del río Naf a zona segura, su cuerpo quemado e hinchado.
Señalando las cicatrices en sus pies, Sohel dijo: “Nos golpearon sin motivo y nos dejaron morir en una zanja. Éramos cinco personas en el grupo, sólo tres sobrevivimos”.
Ambos hombres encontraron seguridad en Bangladesh, donde Mostafa recientemente llevó a Sohel a un hospital para que le curaran las heridas… Pero a pesar de sus antecedentes y circunstancias comunes como orhingya, a Mostafa y Sohel se les trata de manera muy diferente..
“Nos golpearon sin motivo y nos dejaron morir en una zanja. Éramos cinco personas en el grupo, sólo tres sobrevivimos”.
Como parte de la afluencia de refugiados a principios de los años noventa, Mostafa se encuentra entre los 33.000 refugiados registrados que viven en dos campamentos, en el sureste de Bangladesh, administrados por el Gobierno junto con ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados ,y sus organizaciones aliadas.
Tiene una casa en el campamento de Kutupalong y acceso a servicios básicos como asistencia alimentaria, atención médica y educación para su esposa y tres hijos. Ahora, a sus 50 años, ha aprendido a hablar bien inglés y está trabajando como fotógrafo en el campamento.
Por el contrario, Sohel no tiene estatus legal en Bangladesh, como los más de 70.000 Rohingya recién llegados, según se cree huidos a causa de una operación de seguridad entre octubre de 2016 y febrero de 2017. Vive con personas de su pueblo natal y mantiene un perfil bajo. Recibe ayuda ad hoc si tiene suerte.
Una tercera categoría está compuesta por un estimado de entre 200.000 y 500.000 Rohingya indocumentados llegados a Bangladesh entre ambois flujos. Viven en alojamientos improvisados y aldeas locales, y hasta hace poco no tenían acceso a la ayuda humanitaria.
“La situación actual no es sostenible”, dijo Shinji Kubo, Representante del ACNUR en Bangladesh.“Independientemente de cuándo vinieran y en dónde vivan, estas personas tienen las mismas necesidades y merecen un acceso igualitario a la protección y la asistencia”.
El recién llegado Sohel * (izquierda) comparte sus experiencias con Mostafa (centro), quien lleva allí mucho tiempo, mientras un trabajador de ACNUR los escucha. (© ACNUR /UNHCR/Vivian Tan) |
El nuevo flujo ha puesto de relieve la necesidad urgente de verificar el número y ubicación de los recién llegados. Sin esta información, los refugiados vulnerables corren el riesgo de quedar en el olvido, mientras que otros podrían recibir asistencia por duplicado.
“Abogamos por una verificación conjunta de los recién llegados con nuestras organizaciones colaboradoras lo antes posible”, dijo Kubo. “Este ejercicio ayudará al Gobierno y a las agencias humanitarias a orientar mejor la asistencia aquienes más lo necesitan, ya sean recién llegados, refugiados que llegaron antes o los locales que los reciben”.
En la ciudad de Cox’s Bazar, ACNUR colabora con organizaciones humanitarias como la Organización Internacional para las Migraciones y el Programa Mundial de Alimentos
Se estima que muchos miles de recién llegados se alojan en los dos campamentos oficiales, ejerciendo una presión extra sobre la cantidad ya existente de refugiados y la infraestructura. Se espera que el agua se agote en el campamento de Nayapara a finales de marzo y hay temores de brotes de enfermedades como resultado de la sobrepoblación y el deficiente sistema de saneamiento.
Un número mucho mayor de los recién llegados viven en alojamientos improvisados que ya existían o en otros nuevos alojamientos Que han comenzado a surgir.
En el distrito de Ukhiya surgió hace dos meses un asentamiento informal llamado Balukhali, que ahora alberga a1.600 familias, según un político local que les brinda ayuda. Situado tras varios campos de arroz, es una mezcla de endebles albergues y letrinas construidas con finas cortinas de plástico, hojas secas, ramas de árboles y bambú. Estas estructuras podrían constituir un peligro para la seguridad y la salud, a menos que se lleve a cabo una planificación adecuada para el asentamiento.
“Esperamos que todos los Rohingya en Bangladesh puedan obtener documentación para garantizar el pleno respeto de sus derechos”.
Miriam*, de 65 años, acaba de mudarse a Balukhali con la familia de su hijo. “Estuvimos viviendo en un pueblo de la zona durante más de dos meses, pero el líder dijo que sólo podíamos recibir ayuda si íbamos a un campamento”, narró mientras su hijo limpiaba una parte del un terreno para construir un refugio. “No tenemos a dónde ir, tendremos que quedarnos aquí”.
El Gobierno de Bangladesh ha anunciado que extenderá un censo que se realizó en 2016 de los Rohingya indocumentados que viven fuera de los dos campamentos para incluir a los recién llegados.
“A largo plazo, esperamos que todos los Rohingya en Bangladesh puedan obtener documentación para garantizar el pleno respeto de sus derechos”, dijo Kubo, Representante deACNUR. “Conocer el perfil de esta población también nos ayudará a identificar soluciones a largo plazo para ellos”.
A pesar de estar traumatizado, Sohel tiene clara una cosa: “Aquí estoy viviendo en la casa de otra persona, me preocupa el futuro. Si nos dan algún estatus en Myanmar, sin duda volveremos”.
* Los nombres fueron cambiados por razones de protección.